8M: Pronunciamiento Institucional

 8M: Pronunciamiento Institucional

POSICIONAMIENTO DE CIAS POR LA PAZ, A.C.,

EN CONMEMORACIÓN DEL 8 DE MARZO DE 2021

El día de hoy conmemoramos la institucionalización del Día Internacional de la Mujer Trabajadora en 1910, y el posterior cambio al Día Internacional de la Mujer, en 1972 por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Sin embargo, lejos de ser una fecha de simple conmemoración, en CIAS POR LA PAZ, A.C., creemos que es una gran oportunidad para cuestionarnos profundamente acerca de nuestra realidad cultural, familiar, educativa, eclesial, gubernamental y económica; es tiempo de preguntarnos sobre las injusticias que se cometen contra nuestras compañeras mujeres y sus implicaciones de la desigualdad social.

Si bien el reporte Panorama del Imperio de la Ley y Seguridad Pública en México (en inglés Mexico Rule of Law and Public Security Outlook) de enero 2021, registra una disminución mínima en los feminicidios a nivel nacional, la realidad es que durante este periodo en el que hemos vivido la pandemia se han incrementado de manera significativa los casos de violencia de género a lo largo del país. Dicho reporte, tomando información del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad, informa que los casos de violencia registrados en 2020 fueron un total de 4 mil 50 en comparación con los 3 mil 180 de 2019, lo que representa un incremento del 24.7%; mientras que las llamadas de emergencia relacionadas con violencia contra mujeres pasaron de 197 mil 693 en 2019 a 260 mil 67 en 2020, es decir, un incremento de casi 32%. Ambas cuestiones pueden ser interpretadas en el marco de los encierros que han tenido que llevarse a cabo para evitar la expansión de la pandemia.

Las realidades que hemos conocido a través de la incidencia trabajando con diversas organizaciones, instituciones y comunidades en diferentes territorios, así como la digna persistencia de nuestras compañeras en visibilizar las dinámicas de violencia de género que se viven en los diferentes proyectos que acompañamos, nos ha interpelado institucionalmente respecto a nuestro compromiso con la inclusión de la perspectiva de género y sobre nuestra participación en la disminución de las violencias en contra de las mujeres.

En 2018, durante la segunda emisión de las Comunidades de Aprendizaje (CA), se evidenció que varias de nuestras experiencias de trabajo de incidencia atraviesan por dinámicas de machismo, violencia intrafamiliar, dinámicas de poder dentro de la familia, roles marcados según el género, relaciones violentas, entre otras. En el componente de Economía Social y Solidaria, por ejemplo, se mencionó que el hecho de que las mujeres salieran a trabajar se veía como problemático, al mismo tiempo que sus condiciones salariales y laborales eran desiguales; por su parte, en Educación para el Buen Convivir, se mencionó la falta de trabajo en equipo inter-género dentro del aula; aunque en el componente de Participación Comunitaria se reconoció que las mujeres han sido las más interesadas y comprometidas con los procesos de reconstrucción del tejido social, también se describió que ante la presencia de hombres las compañeras tendían a quedarse calladas; por último, desde el componente de Reconciliación Familiar, se señaló que los problemas de las adicciones, la violencia intrafamiliar y la desigualdad social son algunas de las consecuencias más profundas de la violencia de género y del machismo.

Algunas de las propuestas para poder responder a estas problemáticas y necesidades asociadas a la violencia de género fueron: incrementar y cuidar los espacios de encuentro entre mujeres, fortalecer las iniciativas económicas y organizativas de las mujeres en las comunidades, y visibilizar a las adicciones, la violencia intrafamiliar y la desigualdad social como algunas de las consecuencias más profundas de la violencia de género y el machismo.

Más adelante, durante el 2019, la experta en valoraciones de proyectos sociales perteneciente a USAID Elena Villalobos, al cierre de su evaluación -en un ejercicio cualitativa guiada bajo los indicadores de eficiencia, eficacia, pertinencia y sostenibilidad-, nos preguntaba si ¿la metodología de trabajo considera la identidad y características de los grupos específicos de género o edad? Aunque la experta identificaba un trabajo orientado a atender el tema de las violencias, subrayaba la importancia de explicitar el enfoque de género, visibilizarlo a nivel institucional e incorporarlo metodológicamente a nuestras propuestas de incidencia. Otra de las preguntas que planteaba era, ¿cuál es la diferencia real que el proyecto aporta a los sujetos directos o población meta en términos de cambios sociales, económicos, políticos, culturales y ecológicos, teniendo en cuenta el aspecto de género y los derechos humanos involucrados? Ambos cuestionamientos nos han quedado como tareas a las que debemos atender constantemente en los diversos niveles y ámbitos de la institución.

Por último, en la tercera emisión de las CA, durante el 2020, se subrayaron los aportes de las mujeres en los procesos de reconstrucción del tejido social, entre los que se encuentran: el interés y esfuerzo por participar en las cajas de ahorro, cooperativas y venta de productos elaborados por sí mismas; el trabajo colaborativo en el ámbito escolar para organizarse por el bienestar común de los hijos y las buenas relaciones familiares; el involucramiento en las metodologías específicas como el Grupo de Acompañamiento a Mujeres de Catholic Relief Services; la necesidad del involucramiento de las mujeres en los procesos de diálogo y asambleas como condición los acuerdos colectivos; la importancia del papel de las mujeres en el rescate de la experiencia histórica de la propia comunidad y sus antepasados, lo cual fortalece la organización; por último, la igualdad de género como parte esencial de la experiencia eco comunitaria.

Por todo lo anterior que, como CIAS POR LA PAZ, refrendamos nuestro compromiso institucional en la revisión profunda de nuestros procesos y en el desarrollo de propuestas que respondan a la realidad que las mujeres enfrentan en la vida diaria. La perspectiva comunitaria nos recuerda que, haciendo un trabajo integrador, podamos tener sociedades más justas y sanas, donde la convivencia entre hombre y mujeres no sea desde dinámicas de poder patriarcal, sino desde el poder servir y poder cuidar. Necesitamos revisar nuestras visiones, prácticas y actitudes para poder crear contextos de vida dignos e igualitarios para todas y todos.

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