;

De tres fragilidades humanas y una oportunidad

 De tres fragilidades humanas y una oportunidad

Hace casi cien años Freud escribió, “las tres fuentes de las que proviene nuestro penar son: la hiperpotencia de la naturaleza, la fragilidad de nuestro cuerpo y la insuficiencia de las normas que regulan los vínculos recíprocos entre los hombres [y las mujeres] en la familia, el Estado y la sociedad” (Freud, 1930). En el Retorno del Péndulo (2014), escrito hace seis años, Bauman retoma estos tres elementos para señalar la relación histórica existente entre libertad y seguridad, con ello, identificar factores que afectan la seguridad o integridad de poblaciones enteras.

Durante el confinamiento y progreso de la pandemia nuestro control sobre la naturaleza nuevamente ha puesto en entredicho nuestras fortalezas y vulnerabilidades. La certeza sobre nuestro dominio del mundo se ha basado en la construcción de medios científicos y tecnológicos para controlar, enfrentar o resistir los embates de los desastres naturales. En el último siglo, gracias al quehacer científico y sus innovaciones, contamos con medios para enfrentar ciertos eventos catastróficos, por ejemplo, edificios cuya estructura puede soportar terremotos de hasta ocho grados en la escala de Richter; sistemas de alarma ante tsunamis y explosiones volcánicas; instrumentos meteorológicos y satélites para predecir el movimiento de huracanes; y otro sin fin de creaciones mediante las cuales ahora contamos con valioso tiempo para ponernos a salvo. Del mismo modo, diseñamos casas con aislantes para soportar frío y calor; automóviles novedosos para recorrer largas distancias sin perder tiempo ni desgastarnos físicamente; accesorios para conservarnos más cómodos en cualquier tipo de clima, entre otros muchos avances. Todos estos productos de la innovación tecnológica, tanto en desastres naturales como en la vida ordinaria, nos han ayudado a construir la ilusión de controlar o disminuir la hiperpotencia de la naturaleza.

Sin embargo, la naturaleza ya no parece tan controlable ante la embestida de este nuevo virus y, so pena de los diversos intentos por contenerlo aún no contamos con una respuesta para ello, lo que ha puesto a prueba la confianza en nuestros avances tecnológicos y seguirá haciéndolo durante los próximos meses y años.  Además, no todos terminamos de comprender el “salto” del coronavirus de especie en especie como consecuencia de nuestro modo de vida desproporcionado que ha destrozado ecosistemas y extinguido especies.

El aprendizaje no debe ser solamente disciplinarnos para ser más higiénicos sino una invitación a construir una ética de cuidado en todas las dimensiones de la vida para hacernos más sensibles a la realidad social y a nuestro entorno. Pensar en esta primera fragilidad y cómo nos ha movido, nos lleva a considerar la urgencia de generar espacios de reflexión en nuestro hogar preguntándonos como familia ¿cómo podemos vivir con menos? ¿qué es realmente necesario para vivir? ¿cómo hacemos durar las cosas? ¿qué es lo que implica sentirnos realmente seguros? Los espacios de reflexión ya han iniciado con una cantidad exorbitante de webinars, reuniones de meet y zoom, esperemos nos alcancen para fijar medios y dejar de deteriorar nuestro planeta.

En segundo lugar, Bauman señala la fragilidad de nuestro cuerpo el cual se ha visto sumamente vulnerada, especialmente en países como el nuestro. En México, hemos forjado la idea de ser muy resistentes a nuestras faltas de higiene y la quimera de tener estómagos de “traga espadas” lo cual demuestra nuestro imaginario sobre el cuidado de nuestro cuerpo y, de paso de nuestra salud mental, con diversas consecuencias a nivel social. Por ejemplo, en el caso del descuido de la salud corporal tenemos una alta tasa nacional de personas con enfermedades crónicas como la obesidad y la hipertensión, consecuencia de los malos hábitos alimenticios. Los medicamentos y procedimientos diseñados para alargar nuestra vida o curar enfermedades no han sido suficientes cuando nos hemos empeñado en mantener una actitud de descuido de nosotros mismos, los demás y, no menos importante, nuestro entorno.

Esta demás decir el impacto de la situación que vivimos con la pandemia de la COVID-19, pues nadie está exento de padecer esta enfermedad y enfrentarse rápidamente al aislamiento (voluntario o no) e incluso la muerte propia o de algún familiar, amigo o conocido. La enfermedad causada por el virus y la falta de una vacuna para combatirlo nos coloca al igual que los más excluidos del planeta en situación de riesgo, al no contar con lo necesario para enfrentar otras enfermedades ya erradicadas en países desarrollados o en vías de desarrollo. Pero también puede ponernos en su situación de exclusión incluso de las personas más cercanas y sentirla en carne propia. Aquí tenemos mucho en lo cual pensar para transformar nuestras formas de mirar al otro y cuidarlo.

La situación actual nos ha demostrado la necesidad de otros para transitar por esta situación y buscar formas de apoyarnos unos a otros para salir adelante y sentirnos acompañados. En este sentido, la solidaridad entre vecinos se ha vuelto un elemento esencial de supervivencia y habremos de pensar en ¿cómo será nuestra relación con los más excluidos? ¿mantendremos la distancia entre nosotros? Y si ¿la solidaridad será parte de nuestra vida cotidiana otra vez?

Finalmente, es imprescindible hablar de las ahora trastocadas formas de relacionarnos dentro de nuestra vida familiar. En las familias el ajetreo diario de la vida fuera de los hogares lograba distraernos de los conflictos familiares o de la dificultad de convivir todos dentro del mismo espacio. Los medios de comunicación nos han informado sobre la relación entre el avance de la pandemia y del confinamiento con el incremento de los conflictos y la violencia en muchos hogares. Esta situación deja en evidencia la falta de herramientas para el dialogo y la escucha entre familiares, así como la dificultad para llegar a acuerdos de convivencia. Las situaciones de estrés consecuentes al aislamiento, como la falta de formación socioafectiva, revelan la extenuación comunicativa y afectiva entre unos y otros, de ahí la dificultad para abordar temas sencillos o llegar a acuerdos.

Ante toda esta situación de vulnerabilidad en el CIAS por la Paz hemos retomado los aportes de Lederach, Levine y Freud para tratar de atender estas necesidades sin evadir los conflictos, pero encontrando formas de resolverlos.

Estamos de acuerdo en que dentro de las familias podemos comprender las consecuencias acaecidas por evadir nuestros conflictos y empezar nuevos caminos hacia un dialogo diferente con el cual atendamos lo medular de nuestras relaciones. Lo importante será rescatar iniciativas creativas dentro de las familias y entre vecinos; construir espacios de lectura conjunta, de juego ameno, de conversación, de comunicar nuestras necesidades y otras oportunidades, a fin de mostrar la posibilidad de estar juntos y construir horizontes inclusivos.

El hogar o el espacio de cohabitación se vuelve a enmarcar como crucial para afianzar, crear o recrear aprendizajes sobre la frustración, el esfuerzo, el diálogo, la escucha y la resolución de conflictos como nunca. ¿Aprovecharemos la oportunidad? al parecer es lo que más pertinente y urgente.


Oscar Daniel Torres Rosales

Área de Investigación del Centro de Investigación y Acción Social por la Paz.

Bauman & Dessal (2014), El retorno del péndulo: Sobre el psicoanálisis y el futuro del mundo líquido. Fondo de Cultura Económico. México.

Freud, (1930), El malestar en la cultura, en Sigmund Freud Obras Completas XXI, Amorrortu editores. Argentina.

Lederach, Juan Pablo (2009). Transformación de Conflictos. Bogotá: Libros de Justicia y Construcción de Paz.

Articulos Relacionados